"Me decepciona que la Suprema Corte haya derogado las provisiones de la Ley del Senado número 2, cuyo propósito era mejorar los estándares de seguridad de las clínicas de aborto. Esta legislación anulada buscaba asegurar que las mujeres vulnerables recibieran cuidado con estándares apropiados en estas instalaciones.
Es importante observar que la prohibición estatal a los abortos más allá de las primeras 20 semanas de embarazo y el requisito de que los abortos inducidos mediante drogas sean realizados de acuerdo a las regulaciones de la FDA permanecen en efecto. Estas eran partes importantes de la legislación, y su constitucionalidad no fue desafiada.
Al dar la vuelta a la página tras lo acontecido, ahora necesitamos reconocer que el aborto no es principalmente un problema legal; es un problema moral. Sin importar lo que la ley diga, las Escrituras claramente comunican el valor de todo ser humano desde el punto de la concepción.
Cada aborto es una tragedia humana. Es trágico que un embarazo no deseado ocurra y que la mujer escoja dar por terminada la vida de la persona que lleva consigo. Oramos porque llegue el día en que todo el mundo trate con honor la vida humana desde la concepción hasta la muerte.
Es importante que los cristianos continúen apoyando los centros de crisis para mujeres embarazadas y los ministerios para las madres solteras".
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