Salí de la prisión más fuerte de como entré, lo cual es un milagro si se toma en consideración la naturaleza hostil de la prisión. Cuando ingresé estaba completamente derrotado. Mi adicción había progresado hasta el punto de la criminalidad, y había perdido todo lo que tenía valor en mi vida. Estaba lleno de vergüenza. Los voluntarios cristianos que conocí cuando estaba en prisión me ayudaron a ver que las peores cosas que he hecho en mi vida no son lo que me define. Y a nadie de nosotros tampoco. Me ayudaron a trazar un camino hacia el perdón y la esperanza.
En el trayecto atesoré las incontables oportunidades que tenía a mi alcance. Obtuve evaluaciones de excelencia en mi trabajo administrativo e hice trabajo voluntario enseñando a mis compañeros a luchar contra la cultura de violencia dentro de las prisiones de Texas. Además de esto, serví muchas horas cada semana en la capilla.
Mi experiencia no es la típica. El sistema de las prisiones de Texas está lejos de ser una institución correccional. Hay oportunidades tales como cursos de GED (equivalente a un diploma de preparatoria), entrenamiento vocacional y programación de tratamiento. Desafortunadamente solo un pequeño porcentaje de aquellos que salen de las prisiones cada año participan en estos programas, ya que los reclusos deben pagar por el entrenamiento vocacional y el tratamiento se limita a aquellos que tienen mayor necesidad. Es por eso que casi la mitad de aquellos que salen de la prisión son arrestados de nuevo.
Fue gracias a los voluntarios desinteresados que fui capaz de vencer los obstáculos. Me recordaron quién soy a los ojos de Dios. Me trataron como un miembro de la comunidad digno de perdón y redención. No puedo pensar en otra manera más efectiva de cambiar la vida de las persona que el invitarlas a ser parte de su comunidad.
Es por esto que la reincorporación a la sociedad es tan difícil. Salí de la prisión lleno de esperanza para encontrarme con un mundo de rechazo. Me sentía como un extraño dentro de la iglesia, demasiado avergonzado para admitir en dónde había estado los últimos seis años. Me tomó meses encontrar un trabajo, y tuve que depender de ayuda pública. Me sentí afortunado de vivir en un país con tiendas de segunda como Goodwill. Casi la mitad de los condados de Texas carecen de los recursos necesarios para proveer ayuda a personas que salen de la cárcel y tienen problemas de salud mental, adicción a las drogas, transportación, entrenamiento laboral, o para suplir sus necesidades básicas.
Me desanimé a lo largo de mi trayecto. Me di cuenta que esta es una experiencia común. Conocí a personas que habían considerado seriamente cometer otro crimen para poder regresar a la prisión.
Recordé la promesa que uno de los voluntarios de la prisión me había hecho. Me dijo que llegaría el momento en que Dios tomaría mi pasado oscuro y lo convertiría en mi mejor recurso. Dijo esto para que no me desanimara cuando pasara por momentos de desaliento, y funcionó. Después de siete meses, encontré el trabajo ideal.
La comunidad de la familia de la fe marcó una diferencia en mi vida. Hoy trabajo para encontrar alternativas para el encarcelamiento y mejorar la reintegración de aquellos que tratan de empezar sus vidas de nuevo. Mi aliado más fuerte es la comunidad cristiana, ya que mueve a los cristianos a ser instrumentos de cambio en la prisión, en la comunidad, y en el Capitolio.
La Semana Nacional de Reincorporación es del 24 al 30 de abril. Es una semana para reflexionar sobre cómo podemos recibir en la comunidad a los casi 70.000 tejanos que salen de la prisión cada año. ¿Van a encontrar una comunidad dispuesta a perdonarlos y aceptarlos sin avergonzarse, o van a encontrarse con rechazo? ¿Dejarán la prisión listos para trabajar o se hundirán aún más? ¿Regresarán a un Estado comprometido a prevenir el encarcelamiento o se irán creyendo que tienen todo en su contra? Una respuesta cristiana a estas preguntas hará más que solo mejorar la reintegración; fortalecerá las comunidades para que la gente nunca tenga que ir a la prisión ni una sola vez.
Douglas Smith es un analista en política pública de la Coalición de Justicia Criminal de Texas.
Traducido por Elsa Romero, Baptist University of the Américas.
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